Quien lee críticamente y es capaz de dominar su escritura goza del poder de la palabra y, por lo tanto, no es fácil de manipular...

lunes, 2 de mayo de 2011

Los cuatro mejores relatos del primer trabajo del año.



Para cerrar las actividades diagnósticas desarrolladas a principio del año, los alumnos de Tercero ES realizaron la siguiente consigna:

"Elija UNA de las siguientes situaciones y escriba un relato de alrededor de 300 palabras a la manera de Vera (humor negro) en el cuento de Saki. Tenga en cuenta al destinatario del relato del personaje y dé información de las impresiones del mismo a medida que el relato de Vera avanza.

a) Vera se encuentra con una vecina en la puerta de una tienda del pueblo y, de pronto, ve en el tronco de un árbol, la inscripción grabada de dos iniciales “Y y K” rodeadas de un corazón.
b) Una ex compañera de colegio la visita en su casa y hojeando una revista, Vera encuentra una foto en la que un matrimonio con dos chicos (una nena y un varón) están sentados a la mesa. A través de una ventana abierta, se ve un señor de guardapolvo blanco con un chimpancé en sus brazos y una jeringa en la mano izquierda.
c) Vera recibe un llamado telefónico de un tío que vive en la selva africana, quien la aburre con cuestiones familiares. Su tía le pregunta acerca de qué habían estado conversando tanto tiempo. En ese momento, Vera recuerda una pintura que le habían mostrado en el museo en la que una mano asomaba sangrante entre la maleza.
           
NOTA: Recuerde que todo escrito es un proceso que requiere de planificación, diagramación, puesta en texto, monitoreo constante de corrección, relectura, autoevaluación y corrección definitiva. Recién entonces el trabajo estará en condiciones de ser entregado para su lectura y evaluación.



Entre los cuatro mejores trabajos, estuvieron los relatos de Rocío Santos, Federica Pérsico La Leta, Camila Agnelli y Tomás Loureiro que se presentan a continuación. Los relatos fueron extraídos de los blogs de sus respectivos autores:


COINCIDENCIAS
                                               de Rocío Santos
 ¡Qué hermoso el amor…! ¡Me causa tanta alegría ver corazones grabados en los árboles! —dijo la señora Navetta, sonriendo— “Y” y “K”... ¿Quiénes serán estos jóvenes? ¿Los conoces, Vera?
—Quiénes “eran”. Sí, los conocí —contestó ella, mirando el grabado fija y fríamente.
—¿A qué te refieres? ¿Quiénes son estos enamorados?
 Eran, ¿no sabe su historia? No es raro... Después de todo, nadie habla de ellos después de la “tragedia”.
—¿Cuál tragedia? ¿De qué estás hablando? —preguntó la señora, bastante nerviosa.
 Es una historia demasiado larga. Además, no me gustaría entristecerle el día.
—Tenemos tiempo: ¿Quiénes eran estos chicos?
—Sus nombres eran Yago y Keila, hacían una bonita pareja. Ambos de 19 años… Ella era muy hermosa, pelo castaño y ojos miel. Era la hija del dueño del restaurante “Alados”, el que cerró hace unos meses; y él era huérfano: sus padres lo abandonaron cuando tenía mi edad, aproximadamente. Era simpático y cordial. Su pelo era color negro y tenía hermosos ojos grises.
 ¿Y qué les pasó? — preguntó la vecina desesperada.
 Hace unos meses, en la noche, los dos salieron juntos, pero nunca llegaron a su destino. En el camino, un hombre se cruzó frente a ellos y apuntó a Keila con un arma. Yago trató de defenderla, pero el hombre disparó y mató a Yago apenas se movió para cubrir a su novia. Al caer Yago, Keila gritó y despertó a los vecinos que habían prendido las luces. El hombre huyó, mientras ella lloraba desconsoladamente.
En el funeral de Yago, la única presente fue ella. Cuando pasaron los días, se dio cuenta de que no podía seguir viviendo sin él y se suicidó, es por eso que el restaurante cerró. Y, en mi opinión, lo que hizo ella fue muy valiente, para qué vivir con la culpa toda la vida, la admiro por ser tan astuta.
 Vera, vamos a casa, hay que preparar la cena —gritó la señora Sappleton.
 Claro, tía. Hasta luego, señora Navetta.
Esa noche, la señora Navetta se suicidó en su habitación y dejó una carta que contaba que ya no podía vivir con la culpa de estar viva, cuando su amado ya no lo estaba; que esperaba encontrarse con Keila y Yago y decirles que había sufrido la misma pérdida que ellos, sólo que no había sido capaz de morir por amor como Keila.
A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd.


EL ÁRBOL

                      de Federica Pérsico

—Hola, Vera —dijo María, su vecina. 
—Hola, María —dijo Vera, mientras esperaba a la tía que estaba en el almacén haciendo mandados.
—¡Qué grande que estás! La última vez que te vi tenías los dientes de leche…
En el frente de un árbol, María vio que había dos iniciales grabadas en el centro de un corazón: “Y y K”, y le comentó a Vera que en su época, cuando dos personas eran novios, solían tallar ese estilo de cosas. Entonces, le preguntó si actualmente  los jóvenes lo seguían haciendo.
Vera le comenzó a contar la historia de esas iniciales grabadas en aquel árbol:
—Yakelin y Kevin eran dos jóvenes totalmente diferentes: ella era una chica que portaba un apellido muy importante y conocido: Simonet, dueños de la papelera más grande del país; y él era un chico humilde, muy humilde: sus padres lo habían abandonado cuando era chiquito y lo había criado una señora mayor que sólo vivía de su jubilación. Por esta razón, era obvio que su romance debía ser secreto: la familia Simonet no aceptaría de ninguna forma esa relación.
Un día estaban caminando juntos y los vio el hermano menor de ella. Luego de pasar un hermoso día junto a él, ella volvió a su casa, donde la estaba esperando su padre, un hombre serio con una mirada penetrante.
—¡Que sea la última vez que ves a ese muchacho! ¡Si lo quieres tanto como parecía hoy cuando iban muy felices juntos, déjalo, no lo veas más! Si no… ¿Sabes lo que pasará? Es tu decisión — la amenazó el padre.
Ella lo miró y sólo dijo:
—Le pasa algo a él y a mí no me ves más…
Días después, Yakelin fue al árbol, a este árbol donde siempre se encontraban, pero él no estaba allí. Lo esperó unas horas y pensó que él tal vez se había olvidado. Fue al día siguiente y tampoco estaba... Decidió esperarlo todo el día… No vino jamás.
Cuando llegó la noche, ella fue recordando las palabras de su padre y entonces entendió todo lo que estaba sucediendo. Finalmente se suicidó...
Dicen que ahora ellos están juntos, pero sus almas no pueden descansar en paz y siguen aquí recorriendo una y otra vez el árbol. Dicen que cuando viene una brisa de viento, son ellos y si en ese momento  hay alguien en su árbol, esa persona no podrá vivir nunca más tranquila.
Cuando salió la tía del comercio, María se fue espantada. 
La tía no entendía  nada. Vera solo reía y reía… Entonces la tía le preguntó qué pasaba. Ella dijo que María había visto en las noticias que iba a llover y que tenía la ropa en el tender y se le iba a mojar toda...



LA TEMIBLE HISTORIA DE VERA

                                                        de Camila Agnelli

Era una tarde de sol y Vera se encontraba caminando tranquilamente por las calles de su barrio. Había decidido ir a visitar a su amiga Claudia en la tienda en la cual se encontraba trabajando. Vera era una chica alegre y soñadora. Habitualmente disfrutaba inventando historias de amor con finales felices. Sus amigos la molestaban por ello diciéndole que todo lo veía “color de rosa”.
Ese día Vera caminaba fantaseando una nueva historia, cuando de pronto la detuvo una imagen escrita sobre el tronco de un árbol: Un corazón rodeaba las iniciales “Y & K”. Inmediatamente comenzó a imaginar nombres:
—Yamila & Kevin…Yago & Karina…
Posibles protagonistas de mágicas historias de amor que tuvieran que ver con esa señal. Así fue que se le ocurrió una historia:
—Dos jóvenes amantes separados por el odio de sus padres quienes no comprendían la profundidad de su amor…
Luego pensó que ese tema ya había sido inventado y entonces generó otro en su cabeza:
—Dos viejos ancianos que llegaban al final de sus días, juntos y enamorados, y que morían al pie de un árbol luego de eternizar su amor en ese dibujo… (Sonrió mirando al cielo)
Mientras caminaba concentrada en sus pensamientos, se encontró finalmente en la tienda de su amiga a quien le contó lo que había encontrado en el árbol. Claudia escuchaba atentamente a su amiga a quien observaba entusiasmadísima por su descubrimiento y esperando el relato de sus numerosas fantasías.
—¡Qué romántico, Vera! —dijo Claudia
—¿En verdad tú crees que se trata de dos amantes? —dijo Vera.
—¡Que otra cosa podría ser que involucrara un corazón y dos iniciales! Por supuesto que deben ser dos personas que se aman y quienes seguramente desean hacer conocer al mundo la intensidad de su amor —dijo Claudia.
—Lamento desilusionarte —dijo Vera cansada de que se espere de ella sólo historias románticas— pero  voy a contarte la verdadera historia. Si bien se trata de dos personas, no es exactamente como tú lo imaginas —continuó Vera.
Vera comenzó a relatar una historia que se alejaba bastante de sus pensamientos sobre el amor incondicional y eterno. Fue así que le contó a Claudia lo siguiente:
—En realidad, se trata de mi vecino, Osvaldo, quien ya entrado en años y harto de soportar a su mujer, simuló un accidente a partir de un desperfecto eléctrico. Le pidió a su esposa que encendiera una nueva y hermosa lámpara que él había preparado para una descarga fatal, la cual terminaría con la vida de su “querida esposa”. Cuando al fin logró su propósito, ocultó el cuerpo debajo del árbol y en él escribió las iniciales que testimoniaran su amor más sublime: “Y &  K” (Yace Yegua por Kilo Vatio).

LA MANO SANGRANTE
                                              de Tomás Loureiro

   Vera estaba cocinando  una rica comida extranjera llamada “Donn” cuando de repente sonó el teléfono. Era su tío Roberto, quien vivía en la selva africana. Tuvieron  una conversación muy extensa debido a que hacía mucho tiempo que no se veían ni hablaban.
   Cuando Vera dejó de hablar con su tío y puso el teléfono sobre la base, llegó su tía, quien había escuchado la conversación.
—¿Con quién estuviste hablando tanto tiempo? preguntó la tía.
Estuve hablando con el tío Roberto, con el que hacía mucho que no hablábamos respondió Vera con cara algo pensativa.
—¿Y de qué estuvieron hablando?
—Una vez estábamos con el tío en el museo africano de arte y vimos una pintura en la que una mano asomaba sangrante entre la maleza. Nos gustó, nos atrajo mucho esa pintura. Tenía algo especial o raro que no sabíamos qué era….
—¿Y qué te contó sobre ese día? preguntó curiosa la tía.
—Mientras volvíamos del museo, el tío compró esa pintura que tanto nos había gustado. Se la llevó a su casa y lo colgó en la pared de su pieza, arriba de su cama.
   Un día eran las dos de la mañana, él estaba durmiendo ya como en el quinto sueño cuando, de repente, sintió que alguien lo estaba ahorcando. Se despertó repentinamente, ahogado, respirando fuertemente, muy agitado. Todo había formado parte de un gran sueño. Con susto, pero aliviado al mismo tiempo, el tío se volvió a dormir. Al rato, unos minutos después, volvió a tener la sensación de que alguien lo ahorcaba. Cuando abrió los ojos, vio una mano ensangrentada sobre su cuello y empezó a gritar ferozmente, pero nadie lo escuchó. Esa mano lo apretaba cada vez más fuerte y se quedaba casi sin aire, cuando recordó que en la mesa de luz, la noche anterior, había dejado un cuchillo. Lo agarró y con el aire y la poca fuerza que le quedaba, pudo “matar” a esa mano, cortándola bruscamente. La cuestión es que estuvo al borde de la muerte…
La tía no sabía qué pensar: simplemente estaba sorprendida, con los ojos muy abiertos y la cara muy pálida. Sólo atinó a irse a su pieza. Cuando llegó a su habitación, se puso a pensar y empezó a dudar de lo que Vera le había dicho. Entonces, decidió irse a la casa del tío para que le contara si era verdad o no lo que le había pasado. Al llegar a la casa del tío, la tía golpeó unas cuantas veces la puerta hasta que el tío abrió y la invitó a pasar. Estuvieron hablando un largo rato sobre el tema de la pintura que había comprado el tío y resultó que una vez más, Vera había mentido.

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