Quien lee críticamente y es capaz de dominar su escritura goza del poder de la palabra y, por lo tanto, no es fácil de manipular...

martes, 30 de agosto de 2011

Textos creativos: Como agua para chocolate


Los alumnos escribieron textos creativos a partir de la lectura de Como agua para chocolate de Laura Esquivel siguiendo la consigna que aparece a continuación:
"Escribir una carta de alrededor de 400 palabras. Elija entre las siguientes opciones:
1. Destinador: Tita; destinatario: Pedro; situación comunicativa: Mamá Elena acaba de enviar a Pedro a Nueva Texas con su mujer y su hijo. ¿Qué le diría?
2. Destinador: Rosaura; destinataria: Tita; situación comunicativa: Rosaura se acaba de enterar de que su hermana ha tenido relaciones con Pedro.
3. Destinador: Mamá Elena; Destinatario: el mulato Juan; situación comunicativa: su familia no le permite casarse con él.
4. Destinador: Gertrudis; destinatario: Tita; situación comunicativa: relato del tiempo que pasó en el burdel y cómo terminó siendo la pareja de Juan Alejandrez.
5. Cualquier otra situación comunicativa que esté relacionada con la novela". 

Acá pueden leer dos de los textos presentados por los alumnos:



 Carta de Pedro a Tita
por Camila Agnelli

Pedro: 
             
             Le escribo esta carta para no volverme loca. Desde que se ha ido con Rosaura, y su hijo, Roberto, no he hecho más que pensar en usted. Me siento profundamente sola y desdichada y ahora más que nunca a la distancia me he dado cuenta de lo profundamente enamorada que estoy de usted. Hasta ahora todo había sido dolor ya que su casamiento con mi hermana me había dejado desolada y yo decidí no mostrar nunca más mis sentimientos hacia usted para no seguir sufriendo, pero no pude evitarlo y ya no me importa, ni lo que piense mi madre ni lo que digan los demás. Aunque debo confesarle que me he sentido una cobarde por no poder enfrentarla a ella, mi madre, mi queridísima madre que siento que es mi condena…¡Qué injusto, Pedro!. Ese no debería ser el lugar para una hija…soportar la vida como un terrible castigo sólo para cumplir con una tradición. ¡No lo entiendo!. Tal vez la cocina haya sido mi escape durante estos años. Pero ahora, ¡ ni siquiera puedo cocinar para usted! ¡Y tampoco puedo alimentar a Roberto! ¡Me siento terrible!! No he parado de llorar en silencio, en la oscuridad de mi cuarto y para que nadie me vea. Ya no me salen las recetas y no puedo transmitir más que dolor en mis comidas. Todos se indigestan porque al comerlas no pueden parar de sentir una terrible tristeza en su interior. ¡Y pues claro!, ¡cómo iba a ser de otro modo!
Este es el único medio que encontré para poder expresar lo que siento ya que aquí no puedo hablar con nadie, sólo con la Chencha. Pobrecita.Está indignada con mi madre y a veces temo que ella también se vuelva loca y cometa una locura.
Quiero decirle, Pedro, que necesito luchar por nuestro amor. Pero no sé qué decirle. Siento que ya no me quedan fuerzas para hacerlo. Ya no encuentro motivos para cocinar, para respirar, para vivir…No quisiera asustarlo pero así es como lo siento. Nuestro  amor ha sido un imposible desde siempre. Y a veces pienso que no se puede ir contra el destino, que él no va a permitirnos estar juntos jamás. Yo debo respetar la decisión de Mamá Elena, la tendré que cuidar hasta que ella se muera. La tristeza que me hace perder todo interés por las cosas que solía hacer ya es un estado permanente. Mi corazón no podrá experimentar nunca más una sensación igual a aquella que tuve cuando mis ojos se encontraron con los suyos con la convicción de que debíamos unirnos para siempre, con esa alegría enorme al saber que usted sentía lo mismo por mí.  
Sea feliz como pueda. Tal vez Roberto pueda ayudarlo a sobrevivir. ¡Ese niño adorado a quien extraño tanto…! Qué ha sido como el hijo que jamás tendré…

                                                                         Lo amo. 
                                                                                        Tita

Carta de Tita a Chencha
por Sol Garófalo Pidal

Querida Chencha:
                            Yo, como todos mis días, estaba observando al Dr. Brown, sentada cerca de la ventana del pequeño laboratorio, que él  tenía en el fondo de la casa, mientras una pequeña luz se filtraba por la ventana dándome un tibio calor en el frío crónico de mi alma.
Tanto para Brown, como para mí, ese lugar era el preferido de ambos. Si bien Mamá Elena quería que estuviera en un manicomio, gracias al doctor yo  estaba allí, en ese maravilloso lugar, sin dejar de olvidar el intenso dolor que sentí cuando Brown me puso la nariz en su lugar.
Después,  con sus manos amorosas, me fue quitando la ropa para bañarme, para sacarme la suciedad de las palomas y dejarme limpia y perfumada. Luego me cepilló cuidadosamente el cabello y me acostó en una cama con sábanas almidonadas.
Chencha querida, cómo olvidarme de esas tiernas, envolventes y cálidas manos que me rescataron del terrible horror que estaba viviendo.
Yo, tan perdida estaba que, además de guardar silencio, de no comer, descubrí que mis manos no sabían qué hacer, ya que ahora no estoy bajo las órdenes de Mamá Elena.
Un día, un intenso humo que provenía del laboratorio inundó mi cuarto con un perfume tan agradable que abrí las ventanas para que perfumara todo el ambiente. Junto a  ese olor, cerré los ojos y me vi sentada junto a Nacha. Caminé hacia el laboratorio y me encontré con una mujer como de ochenta años de edad, parecida a Nacha: Una larga trenza cruzaba la cabeza. Estaba hirviendo un té en un cazón de barro. ¡Disfruté tanto ese sabor de hierbas desconocidas y conocidas al mismo tiempo!
Días tras días y poco a poco, esa persona fue desapareciendo y apareciendo el Dr. Brown.
Como si fuera un milagro, Brown me leyó  la mente y me contó que la abuela, esa señora de casi 80 años, tenía una teoría: “TODOS NACEMOS CON UNA CAJA DE FÓSFOROS EN NUESTRO INTERIOR, NO LAS PODEMOS ENCENDER SOLOS, SINO QUE NECESITAMOS OXÍGENO Y LA AYUDA DE UNA VELA”.
En nuestro caso,  el oxígeno es el aliento de la persona amada y la vela puede ser un alimento, una canción, caricias, música, palabras o algunos sonidos que hayan disparado el detonador y así, encender uno de los fósforos. Al encenderlos, crecerá un calor intenso en  nuestro interior irá desapareciendo poco a poco.
Cada persona tiene que descubrir sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encender uno de los fósforos es lo  que  nutre de energía al alma.
Si la caja de fósforos estuviera húmeda, nunca podríamos encender un solo fósforo y si esto sucede, nuestra alma huye de nuestro cuerpo. Caminando se va por el camino equivocado, tratando de alimentarse y de darse  calor.    
Chencha, nunca olvidemos que si se humedecen los fósforos, siempre hay una manera de secarlos. Hay que tener en cuenta que hay que encenderlos con cuidado, uno a uno, porque si los encendiéramos todos juntos se produciría un esplendor tan grande que iluminaría más allá de lo que normalmente podemos ver.
Brown me enseñó un juego, que nunca me imaginé que existiera:
“Toma un fósforo y escribe sobre la pared lo que sientes y a la mañana siguiente intentaré adivinar lo que escribiste.”, me dijo.
Lo que yo  no sabía era que el fósforo brillaba por las noches y podía ver lo que había escrito.
Chencha querida, si es así el milagro de las propiedades del fósforo, pronto nos veríamos. Ése es mi deseo.
                                                                               
                                                                                      Nos veremos pronto.
                                                                                                                        Tita.